Hace unas semanas les contamos sobre el siniestrado edificio de Química en el Campus de la Universidad de Concepción, el cual debido al terremoto, se incendió y debió ser desmantelado completamente.
El día 15 de Junio, el arquitecto Antonio Zelada publicó en el Diario El Sur, el más importante medio escrito en la región, un artículo sobre el terremoto y en particular sobre qué debería pasar con el edificio en cuestión.
Dicho lo anterior, lo que impresiona del artículo del arquitecto (y académico) Zelada es la idea de que el edificio “merece ser re-alzado, en el mismo lugar, con su exacta arquitectura y materialidad”. Lo cual derechamente me parece una aberración de proporciones magistrales.
Hace muchos años los expertos ya hablaron del falso histórico, y es preciso traer a la palestra este concepto:
En el mundo del patrimonio artístico se acostumbra a considerar falso histórico el resultado de cualquier intervención tendente a la restitución del aspecto original de la obra, por considerar que “pretende insertarse en ese ciclo cerrado que es la creación, substituyendo al propio artista o suplantándolo”. La traslación de este juicio valorativo al ámbito del patrimonio arquitectónico olvida la diversa naturaleza de los actos creativos que dan origen a las obras de arte y las de arquitectura, lo que provoca perniciosas confusiones.
Teniendo claro lo anterior, no es necesario si quiera tener conocimientos técnicos en materia arquitectónica, urbanística o artística, para darnos cuenta de que si queremos recordar cómo un hecho afectó sobre un objeto patrimonial, la peor forma de hacerlo es volver a levantarlo tal cual era antes de este hecho. Si hacemos esto, luego, qué vamos a recordar. El guía turístico diría algo tan raro como “a su derecha, se encuentra el edificio de la Facultad de Química, construida en 1967, pero no es el que ven, este fue construido en 2010.”
No considerar el hecho de que el edificio fue construido hace 50 años, con las tecnologías de la época, respondiendo a las necesidades y para los usuarios de la época, es un error fundamental. Lo cual no implica no considerar la importancia del edificio en el campus y como tal.
Hace 9 años luego del atentado a las torres gemelas en los Estados Unidos, además de un número reducido de conservadores acérrimos, nadie hubiese considerado volver a levantarlas de manera idéntica a como eran anteriormente. Incluso cuando eran reconocidas como un hito emblemático en la silueta de la ciudad de Nueva York, y más aún, ideológicamente como la central del sistema financiero.
Creo que sí se deben considerar los criterios y el “espíritu” del edificio. Esto puede hacerse a través de diversos métodos, desde respetar la modulación, el sistema constructivo, la escala, la volumetría, los colores, la espacialidad, la forma de relacionarse con el espacio público, etc.
Tanto el académico que escribió el artículo post-terremoto como todos los entendidos en el tema, debieran sorprenderse más por errores garrafales como son la construcción de la Facultad de Medicina Veterinaria y la Escuela de Geografía, que no constituyen un aporte en sí como objetos arquitectónicos y tampoco a nivel urbano del campus, sin responder a ninguna de las ideas matrices generadas por Brunner y Duhart.
La mejor forma de honrar la figura de Emilio Duhart, es tomando en cuenta su forma de pensar y de ver el espacio del campus. Imitar su obra a modo de réplica, es un error que no puede ser cometido por ningún ciudadano criterioso, menos aún sugerido por miembros de la academia; el lugar a la vanguardia del conocimiento.